Las grandes superficies, en su ánimo de abastecer todo el año al más humilde de los plebeyos, transforman y manipulan sus productos en pro de la cantidad y no de la calidad.
Comandas y demandas:
- El producto ha de aguantar mejor las plagas y las enfermedades.
- El producto ha de recogerse verde para que madure mientras se transporta (seguramente que lo haga desde el otro hemisferio).
- El producto ha de llegar al consumidor con un aspecto turgente y con color intenso (si hace falta, se pinta).
- Un producto que, en definitiva, una vez vendido y encima de la mesa no tenga por qué saber a nada.
Para mi sorpresa y confusión final, hace unos días compré tomates de rama en un COOP (supermercado italiano, del estilo al Carrefour) y, creedme, además de baratos, sabían a tomate. Por favor, que alguien me lo explique porque ya no entiendo nada. ¿De verdad esto de los tomates sólo está pasando en España o acaso los toscanos tienen algún pacto Berlusconiano que les hace merecedores de esos tomates BBB?
Por el momento, mi madre, que es una mujer muy sabia, ha decidido plantar tomates rosas (variedad autóctona del Somontano) en su terraza. En fin, imagino que ésta no es una entrada con un tema muy relevante pero, oye, tenía que decirlo, si no reviento.
Nota al lector: Fíjese, usted, que si cambia en esta entrada la palabra tomates por naranjas, melocotones o uvas, ésta cobrará sentido sin que por ello se altere la realidad.