martes, 25 de agosto de 2009

¿REALMENTE ODIO LA LECHE?



Sí, sí, lo reconozco, soy de ésas maniáticas que ha devuelto más de un cortado. Y sí, es un fastidio estar siempre alargando la frase: Un cortado, por favor... un cortado pero oscurito. Porque tengo comprobado que lo de "con poca leche" no funciona en el 85% de las ocasiones.
Sólo oler la leche se me revuelve el estómago. No puedo con ella. Pero hasta la semana pasada vivía sumida en la ignorancia. Ignorancia de la que salí gracias a un capuchino en Brighton. Y esto tiene fácil explicación: a diferencia que en España, en Inglaterra lo normal es que la leche se venda fresca, nada de pasteurizada, allí ¡bien fresquita!, de ésa que a los 2 ó 3 días se caduca. Claro, esto no deja de ser un engorro para el comerciante y para el consumidor, pero os prometo que no huele a lechaza densa y mil veces pasteurizada como la de aquí.
A mí esto de la leche fresca ya me pilla tarde y no creo que cambie mis hábitos alimenticios a estas alturas. Aunque al menos sé que de vez en cuando me podré tomar un capuchino bien espumoso, con extra de cacao y un pellizco de azúcar.