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Nadie le había regalado flores, siempre presumía de no ser una tía "babas".
15 de agosto, el infierno andaba de veraneo por los Monegros. Aire seco y sol recalcitrante. Ricardo volvía de un paseo de más de media hora y traía una docena de cardos en una mano. Ella miró el tosco matojo y se echó a reír. Necesitaba demostrar a su novio que había entendido la vacilada y que había estado ingenioso al canjear rosas por cardos. Entre risas ella le pidió una foto. Posturita estudiada y clic! directa a la tarjeta de 1Gb.
Es él el que se ríe ahora cada vez que su novia mira la foto y se le escapa un supirito sentimentaloide.
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