jueves, 30 de agosto de 2007
Una docena de cardos
Nadie le había regalado flores, siempre presumía de no ser una tía "babas".
15 de agosto, el infierno andaba de veraneo por los Monegros. Aire seco y sol recalcitrante. Ricardo volvía de un paseo de más de media hora y traía una docena de cardos en una mano. Ella miró el tosco matojo y se echó a reír. Necesitaba demostrar a su novio que había entendido la vacilada y que había estado ingenioso al canjear rosas por cardos. Entre risas ella le pidió una foto. Posturita estudiada y clic! directa a la tarjeta de 1Gb.
Es él el que se ríe ahora cada vez que su novia mira la foto y se le escapa un supirito sentimentaloide.
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